martes, 6 de abril de 2010

Mensaje al amanecer


Los mensajes de texto son una de las herramientas tecnológicas -aparecidas junto al  teléfono celular- que más me intriga. Hace unos días vi una nota en la televisión en que advertían de los problemas que los ahora llamados SMS acarrean. Desde la concentración hasta la autoestima se verían afectados, según un estudio que citaban.

De todas formas, son útiles y económicos y permiten entrar en la intimidad del otro discretamente, casi sin molestar.

Hace unas semanas decidí cambiar el tono de la notificación del mío, que aunque era bien particular, varias personas de la oficina tenían el mismo y yo saltaba de ilusión cada vez que sonaba aquél tin tín. Una nueva forma de esclavización.

El fin de semana pasado al revisar la hora en mi celular descubrí que tenía un mensaje. De inmediato vi que era de Xandé, un brasileño que conocí el año pasado en una discoteque. Cada cierto tiempo me llama para saludar o me lo encuentro ahí mismo y bailamos un rato. Bien coquetos. Un par de miradas, pero nada más.  Por eso me sorprendió su mensaje. Decía  "pacei o dia pensado em voce, e sigo pensando em voce. Eres linda, muitos beijos minha prinseza". Quedé plop. Qué agrado, pensé.

Me reí y sonreí sola un buen rato. Me reconfortó. Aunque segundos después me deprimí al pensar en Javier. Ya había pasado casi un mes sin noticias de él. Ni una llamada, ni un mensaje de texto, ninguna visita. Fue como si se lo hubiera llevado la tercera ola del tsunami, como si la energía liberada por la tierra durante el terremoto lo hubieran noqueado. Luego de hablar dos veces por teléfono los primeros días de marzo desapareció. Nada, no llamó. No contestó. Simplemente me borró.

Por esos días quedé un poco muerta, un poco viuda. Totalmente mareada, como si hubiera presenciado un homicidio o hubiese recibido un glope fuerte en la cabeza.

Pero ayer apareció. A los 30 ó más días de difunto (con duelo y luto incluidos)  dio señales de vida. Como todo un campeón, hizo su entrada con un mensaje de texto, en el  que me decía, "hola, haces algo?". Se anotó otro knockout. Me sorprendió. Simplemente me cuesta creer que haya gente tan poco humana. Vacía.

Cuando ya me había autoconvencido de que tal vez se había tomado unos tragos de más a la hora de almuerzo, o que tal vez se equivocó de destinatario al enviar el mensaje, recibí otro: ¿Qué harás?. En fin, el último mensaje lo recibí hace sólo un rato y no era diferente a los demás: "¿Cine?"  y nada más.

Qué triste me pone todo esto. Cómo un mensaje de texto puede decir tanto sobre una persona. Tengo miedo de no responder. Pero más miedo me da contestar y seguir recibiendo este tipo de SMS en mi celular.

No hay comentarios:

Publicar un comentario