domingo, 27 de junio de 2010

Ciega




Me has dejado ciega. Me cerraste la última ventana que me conectaba -desde lejos- con tu mundo. Ya no podré asomarme y descubrir que sigues respirando, que sigues siendo un niño loco al que temo y amo.

Durante estos meses te observé desde lejos, oculta, con miedo a ser descubierta. Estaba atenta  a tus pasos, a tus señales, a tus rabias y risas que a la distancia no podían dañarme...tanto.

No entiendo por qué esta oscuridad me duele, si fui yo la que prefirió apartarte y esconderme. Ahora, que ya no puedo verte, que ya no sé ni sabré más de ti, me gustaría decirte que sólo me estaba protegiendo. 

Más de alguna vez te mentí, es cierto, pero fue porque te tenía miedo. Todavía me das miedo. Incluso hoy .

Pero no puedo evitar estar triste. Por que a pesar de todo nunca dejé de quererte. Por primera vez experimento la sensación real de haberte perdido, la sensación del fin, como si sorpresivamente hubieras muerto.

domingo, 25 de abril de 2010

I want to ride my bicycle

   
No sabía que los días domingo había tanta gente que se levantaba a hacer deporte temprano. Este fin de semana lo descubrí, cuando estrené mi bella bicicleta roja por el bandejón central de Américo Vespucio. Fue realmente un placer. Gente corriendo o arriba de sus respectivas bicicletas se desplazaba por el parque. Incluso vi a un grupo de personas jugando bochas.


Hacía años que no andaba en bicicleta. Exactamente hace cinco años cuando estaba enferma de cáncer. Me acuerdo del tremendo esfuerzo que tenía que hacer sólo para bajar o subir la bicicleta al ascensor. Y ahí seguía. Un par de veces acompañé a los Furiosos Ciclistas a manifestaciones, incluida una protesta en Estación Central, en la que pedíamos que permitieran llevar bicicletas en los trenes. Era una época de esfuerzo, en que hacía cualquier cosa por sentirme viva, por buscar vida.

Una buena partner en esa época (y hoy también) fue mi queridísima amiga Nita. Me acuerdo que pasaba a buscarme a la casa, después de la pega y nos íbamos a algún bar con terraza en Providencia, donde pudiéramos dejar nuestras bicis a mano. Después de tomar un par de vinos y quedar bien contentas, agarrábamos las bicicletas y subíamos lo más posible por Apoquindo para después bajar como flechas de vuelta a la casa. Nos matábamos de la risa, qué sensación tan agradable! Parecíamos locas cuando bajábamos gritando y riendo de noche.

En esa época pedaleaba varias tardes a la semana. Sólo me saltaba algunos días, bueno, a veces semanas, cuando la quimio me pegaba fuerte y no me dejaba moverme. Sólo al final del tratamiento paré, porque ya no tenía fuerza ni si quiera para ponerme las zapatillas.

Hoy en la mañana fue distinto. Después de pedalear un buen rato tuve una sensación rara, como que había algo que faltaba, como que algo era diferente a mis carreras de hace cinco años. No sólo me cansaba menos, sino que ya no olía a quimioterapia, ni a medicamento cuando comenzaba a sudar. Fue maravilloso descubrirlo. El sólo recordar el olor de las drogas me transportó al mareo constante que sentía entonces, una sensación que hoy sólo me viene al ponerle bencina al auto. Me sentí libre, feliz. Recordé que estoy sana hace tiempo y volví a valorarlo. 

martes, 20 de abril de 2010

Constante




Después de tardes de risa, de cervezas, del cine y amigos. Después de trabajar y pelear en la oficina. Después del taco de la mañana, del supermercado, de las clases de yoga, de danza y de la bicicleta. Después de la playa, después de caminar por Huérfanos y comer helados de invierno. Después del perfume, del estúpido choque del auto, de las adivinas y de los cinco mensajes de texto que no contesté. Después de las palabras de mi más paciente admirador, de la lluvia del viernes, de las Flores de Bach, sigo pensando en ti. Y sigo extrañándote.